8.2.07

siguiendo una pista

Ayer no conseguía conciliar el sueño y me puse a pensar, lo cual es bastante peligroso porque la probabilidad de llegar a conclusiones absurdas se dispara hasta límites insospechados.

Pues bien, me vinieron a la cabeza diferentes personas, personitas más bien diría yo, cariñosamente hablando claro, a las cuales aprecio un montón (me gusta mucho utilizar esta palabra) y claro, he de admitir que la lista de personas a las que aprecio es bastante reducida, lo cual yo no sé si es bueno o malo aunque muchos piensan que es malo (qué sabrán ellos...) El caso es que me asaltó de pronto una sensación extraña de melancolía que parecía querer decirme algo pero no sabía cómo.

Y de pronto di con la respuesta. Creo que la gente tiene mucho que decir, (yo incluido) pero dice más bien poco, incluso la gente más próxima y querida. Y aquí es donde entra la parte absurda de la cuestión (se trata de mi, amigos, qué esperabais). Se me ocurrió que quitando que uno debería poder decir sin tapujos todo lo que piensa a los demás siempre que sea constructivo y con sentido (no destructivo y visceral), debería también poder tener derecho a realizar preguntas directas y a recibir sus respectivas respuestas.

Querido amigo/a cibernáutico, te invito a que te dirijas al ser más cercano que tengas (no familiar, con ellos no vale) y le preguntes tres cosas, cuya respuesta tendrá que ser un simple “sí” o un sentido “no”. Si no quiere responder o duda en alguna de las respuestas (incluso, si eres perspicaz y tienes dotes de espía y notas que miente, también vale) deberás dejar las preguntas para más tarde y plantearte qué tipo de relación mantienes en realidad con esa personita.
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