17.7.07

qué bonito es el amor en primavera

Nos gustan las cosas bonitas, nos gusta jugar y nos gusta esforzarnos, o en definitiva, sufrir siempre y cuando este dolor acabe siendo algo circunstancial, no eterno (que a saber quien cojones es capaz de saber esto...)
Si metemos estos tres condimentos en un saquito y centrifugamos durante al menos dos meses, obtenemos lo que viene llamándose una relación de dependencia. Estas relaciones se caracterizan por ser intensas y ¿lamentablemente? interminables la mayor parte de las veces.
Lo bonito de todo esto es que estas relaciones nos suelen entretener muy mucho, nos hacen olvidar nuestros patéticos problemas (los problemas chungos siempre están ahí, no seamos ilusos tampoco) y nos crean unos nuevos mucho más patéticos aún. No creo que haga falta dar muchos más detalles, que aquí todos somos inocentes pecadores... El caso es que estas cosas le hacen replantearse a uno muchas cosas, como por ejemplo dónde queda la delgada frontera entre la bondad y la simple gilipollez, o descubrir lo fácil que es dejarse llevar en un caso y lo increíblemente entretenido que es jugar a las marionetas en el otro. Lo feito de esto último es que el cordero se suele convertir en lobo cuando consigue salir mas o menos bien parado de una de estas relaciones y claro, el círculo vicioso que se crea no es nada bueno ¿o sí? El lobo, pobre de él, saldrá feliz y victorioso del lance pero tiene muchas posibilidades de convertirse en pobre corderito y antes de lo que él o ella cree ya que las alas dan poder: el de volar muy alto y caer aún más bajo. Pero bueno esa es otra historia.
Algunos dirán que ciertas personas son carne de cordero y que otras son lobos en potencia, yo creo que la piel de cordero está de moda y que los colmillos del lobo están mal vistos, nada más.
C.
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